A lo largo de los últimos años las redes sociales han pasado de ser un simple término a convertirse en parte importante de la vida de muchas personas. Este concepto, que tiene 118 millones de resultado en Google, no solo es noticia por la forma como las personas las utilizan para interactuar en el ciberespacio, sino también por el significado social y antropológico que representa para muchos especialistas.
Parece un tanto trillado indicar que ellas han llegado para revolucionar la forma cómo nos relacionamos con los demás, pero es cierto. Estos mecanismos no han hecho nada más que ofrecernos una manera diferente de entrar en contacto con personas de todo el mundo, pero no solo eso, sino también de expresarnos, de comunicarnos, de alzar nuestra voz de protesta, de buscarnos, de ayudarnos y, lamentablemente, de hacernos daño.
Como toda herramienta que utiliza el ser humano, las redes sociales también pueden ser utilizadas para cosas buenas o cosas malas, para ayudar o perjudicar, para manifestar o silenciar. Basta que veamos como los refugiados sirios, que intentan escapar de las zonas de conflicto que vive su país, se comunican por Facebook con sus familiares para llegar a Europa.
En muchos casos, Facebook o Twitter han servido como un instrumento de ayuda ante desastres naturales o fenómenos que afectan la vida de miles de personas. Asimismo, han servido para que pueblos enteros levanten su voz de protesta ante la opresión política de los que son víctima. Incluso a través de ella se han organizado marchas, protestas o caminatas exigiendo algún tipo de beneficio a los gobiernos.
En fin, podríamos seguir enumerando una larga lista de utilidades de a estas herramientas, pero en este post queremos ir un poco más allá y reflexionar si realmente son tan buenas como las presentan. ¿Recuerdas la primera red social qué utilizaste? ¿Fue Hi5, MySpace o Facebook? ¿Para que las utilizaste. Algo bueno o algo malo? Recordemos y pensemos.
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Hace poco una red social rusa generó polémica en Rusia. VKontakte impulsaba un concurso entre sus usuarios para que se tomen algunos selfies y compitan por premios en dinero. Pero esos selfies no eran los que conocemos, tenían que ser con muertos. El hecho causó consternación, rechazo y controversia en esa sociedad, cuyas autoridades de inmediato empezaron las investigaciones del caso.
Si bien es cierto que este punto puede ser debatible sobre si es positivo o negativo para la sociedad, lo que sí no es para nada aceptable es como las redes sociales ayudan a ciertos inescrupulosos a atentar contra la seguridad integral y sexual de menores de edad y personas en general.
Recientemente un pedófilo fue identificado gracias a un experimento social realizado por un famoso youtuber. El hecho fue denunciado y se convirtió en viral en las redes sociales.
De igual manera, estas redes sociales han servido para que algunas personas o grupos expresen y difundan mensajes de odio y exterminio. Por ejemplo, extremistas del Estado Islámico utilizan Facebook, Twitter o WhatsApp para promover su ideología y demostrar su fuerza.
Y ni que hablar sobre el denominado porno vengativo, una actividad en la que ‘dolidos’ ex enamorados o enamoradas difunden imágenes intimas de su ex pareja a forma de venganza por haber terminado la relación. Así, podríamos enumerar diversos usos negativos de estos espacios.
No obstante, ante todo este panorama cabe preguntarse si le estamos dando demasiada atención a estas herramientas ¿De verdad son tan importantes como parecen? ¿Merecen la pena nuestro tiempo y dedicación? La respuesta está en cada uno de nosotros, pero lo que queda claro es que un mundo tan globalizado donde las cosas suceden a un ritmo vertiginoso, tal vez sería interesante pensar en qué beneficios obtenemos de ellas y cómo podemos utilizarlas para buen provecho propio y colectivo.
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